Índice:
- El inicio de una historia que conmueve
- El miedo a ser visto
- La amistad como salvación
- El amor inquebrantable de la familia
- La perspectiva de Via: la otra historia que importa
- La escuela como microcosmos de la sociedad
- El discurso final: una lección para todos
- La estética emocional de la película
- El mensaje central: elegir la bondad
- La importancia del punto de vista múltiple
- Wonder y la empatía como motor del cambio
- Una obra que trasciende generaciones
- Conclusión: ver con los ojos del corazón
Hay películas que no solo se ven, sino que se sienten profundamente, y Wonder es una de ellas.
Desde el primer fotograma, la historia de August Pullman, un niño con una deformidad facial, nos invita a mirar más allá de la apariencia y adentrarnos en la esencia misma de lo que significa ser humano.
Dirigida por Stephen Chbosky y basada en la aclamada novela de R.J. Palacio, Wonder es mucho más que un drama familiar: es una lección de vida sobre la empatía, la valentía y la aceptación.
El inicio de una historia que conmueve
La película comienza presentándonos a Auggie, un niño de 10 años que ha pasado por numerosas cirugías para poder respirar, ver y oír mejor.
Desde su nacimiento, su rostro lo ha hecho diferente, y eso ha marcado su existencia.
Ha sido educado en casa por su madre, Isabel (interpretada magistralmente por Julia Roberts), y su padre, Nate (Owen Wilson), quienes lo protegen con ternura y humor.
Pero todo cambia cuando deciden que Auggie debe asistir por primera vez a una escuela convencional: Beecher Prep.
Esa decisión, aparentemente cotidiana, se convierte en el punto de partida de una transformación profunda, no solo para él, sino para todos los que lo rodean.
El miedo a ser visto
Auggie, interpretado con una sensibilidad extraordinaria por Jacob Tremblay, se enfrenta al mayor temor de su vida: ser mirado.
Las primeras escenas en la escuela son desgarradoras y reales.
Los niños lo observan con curiosidad, algunos con crueldad, otros con incomodidad.
El director no edulcora esta parte; muestra la dureza del rechazo y la soledad de quien se siente ajeno al mundo.
A través de la mirada de Auggie, comprendemos lo que significa vivir con una diferencia visible en una sociedad que idolatra la perfección.
La amistad como salvación
Entre la hostilidad inicial surge una luz: Jack Will, un compañero que, pese a las presiones sociales, decide tratar a Auggie como a cualquier otro niño.
Su amistad se convierte en un refugio, un espacio donde Auggie puede ser él mismo sin miedo ni juicio.
Sin embargo, incluso esa amistad es puesta a prueba cuando Jack, en un momento de debilidad, se burla de Auggie a espaldas suyas.
El dolor que siente el protagonista al descubrirlo es profundo, pero también lo lleva a entender la complejidad de las relaciones humanas.
A veces, incluso los buenos cometen errores.
El amor inquebrantable de la familia
Uno de los pilares más fuertes de Wonder es la representación del amor familiar.
La madre de Auggie, Isabel, es el símbolo de la entrega absoluta.
Dejó su carrera en pausa para dedicarse a su hijo, para asegurarse de que creciera sintiéndose amado y valioso.
Su frase “tú no eres feo, Auggie. Eres mi hijo, y eso basta” es una declaración de amor incondicional que atraviesa la pantalla.
El padre, Nate, aporta una ternura discreta, usando el humor para suavizar los momentos difíciles.
Y su hermana mayor, Via, tiene su propio conflicto: ha aprendido a vivir a la sombra de un hermano que requiere toda la atención.
A través de ella, la película muestra otro tipo de soledad, la del que ama sin ser visto.
La perspectiva de Via: la otra historia que importa
El relato se enriquece cuando cambia de punto de vista y nos permite conocer la historia desde los ojos de Via, interpretada por Izabela Vidovic.
Ella no es una simple secundaria; su narrativa revela la otra cara del sacrificio familiar.
Via ama profundamente a su hermano, pero también siente que su vida gira en torno a él.
Su mejor amiga la abandona, su madre siempre está ocupada, y ella debe aprender a crecer sola, fuerte y silenciosa.
Este cambio de enfoque convierte a Wonder en una película coral, donde cada personaje tiene una historia que contar, un dolor que sanar y una lección que aprender.
La escuela como microcosmos de la sociedad
Beecher Prep no es solo una escuela, es una metáfora del mundo exterior.
Cada estudiante representa una actitud frente a la diferencia: la indiferencia, la burla, la compasión, la valentía.
El director logra crear un entorno donde se reflejan los prejuicios y las posibilidades del cambio humano.
Auggie pasa de ser el “niño raro” a convertirse en el símbolo de algo más grande: la capacidad de inspirar bondad en los demás.
Su viaje no es solo el de ser aceptado, sino el de enseñar a los demás a mirar con el corazón.
El discurso final: una lección para todos
El clímax llega con el discurso de graduación, donde el director de la escuela habla sobre la grandeza silenciosa de las personas que eligen la bondad incluso cuando nadie las observa.
Auggie recibe un reconocimiento no por su rostro, sino por su coraje, su humildad y su generosidad.
Ese momento es un recordatorio poderoso de que ser amable no cuesta nada, pero puede cambiarlo todo.
El aplauso final no es solo para el personaje, sino para todas las personas que, como él, enfrentan el mundo con una sonrisa a pesar del dolor.
La estética emocional de la película
Visualmente, Wonder no busca deslumbrar con efectos, sino con emoción genuina.
Cada encuadre, cada gesto, cada silencio está cuidadosamente diseñado para despertar empatía.
La dirección de Chbosky —también autor de Las ventajas de ser un marginado— demuestra una comprensión profunda del alma adolescente.
Su estilo es cálido, cercano, sin caer en sentimentalismos forzados.
La música acompaña de manera delicada, envolviendo al espectador en una atmósfera de ternura y esperanza.
El mensaje central: elegir la bondad
En un mundo donde la rapidez y la apariencia lo dominan todo, Wonder nos recuerda la importancia de elegir la bondad cada día.
Ser amable no es un gesto menor, es un acto de rebeldía emocional en una sociedad que muchas veces olvida mirar con compasión.
La película nos invita a preguntarnos: ¿cómo tratamos a los que son diferentes?
¿Somos parte del problema o de la solución?
Auggie no busca lástima, busca entendimiento, y en ese proceso, termina transformando a todos los que lo rodean.
La importancia del punto de vista múltiple
Una de las virtudes más notables del guion es su estructura narrativa basada en múltiples perspectivas.
No se limita a contar la historia del protagonista, sino que nos muestra cómo una sola vida puede influir en muchas otras.
Cada personaje —la madre, el padre, Via, Jack Will, e incluso la ex amiga de Via— ofrece una mirada diferente sobre la compasión, la pérdida y la redención.
Esto convierte la película en un mosaico emocional, donde todas las piezas encajan para formar una historia universal.
Wonder y la empatía como motor del cambio
Al final, Wonder nos deja con una sensación de reconciliación con el mundo.
Nos recuerda que la empatía no es una debilidad, sino una fuerza transformadora.
Ver a Auggie caminar por los pasillos con la cabeza en alto es un símbolo de resiliencia, de autoaceptación y de la belleza que surge cuando dejamos de juzgar.
Su historia nos enseña que todos llevamos algo que nos hace diferentes, y que esa diferencia no nos separa, sino que nos humaniza.
Una obra que trasciende generaciones
Wonder no es solo una película para niños ni para adultos; es una historia atemporal, capaz de tocar el corazón de cualquier espectador.
Su mensaje trasciende edades y culturas, recordándonos que la bondad y la empatía son universales.
En una época donde el ruido y la superficialidad dominan, esta película se erige como un faro de luz serena.
Una invitación a mirar a los demás, y también a nosotros mismos, con más ternura.
Conclusión: ver con los ojos del corazón
Cuando termina la película, uno no puede evitar reflexionar sobre su propia forma de mirar el mundo.
Auggie Pullman no cambia físicamente, pero transforma la percepción de todos a su alrededor.
Su viaje es una metáfora de la vida misma: un camino donde cada cicatriz cuenta una historia, y cada mirada puede ser un acto de amor.
Porque, como dice una de las frases más memorables del film, “no puedes mezclarte cuando naciste para destacar”.
Y esa es, quizás, la mayor enseñanza de Wonder: ser diferente no es un defecto, es una forma de iluminar el mundo.












