Índice:
- El inicio: la salida de la Comarca
- De la Comarca a Bree: los primeros pasos del peligro
- El largo camino hacia Rivendel
- El inicio de la Compañía: de Rivendel a Moria
- El respiro en Lothlórien
- La separación en Amon Hen
- De Emyn Muil al Pantano de los Muertos
- La llegada a la Puerta Negra
- El encuentro con Faramir y la traición de Gollum
- El ascenso a Cirith Ungol
- El final del viaje: el Monte del Destino
- ¿Seis meses o una eternidad?
- El regreso a casa: un nuevo comienzo
- Otros artículos sobre el Señor de los Anillos
El viaje de Frodo Bolsón a Mordor no fue solo una travesía física, sino una odisea espiritual que marcó el destino de toda la Tierra Media.
Y aunque muchos fanáticos de El Señor de los Anillos recuerdan la intensidad de cada paso, pocos se han detenido a calcular cuánto tiempo real transcurrió desde que Frodo salió de la Comarca hasta que arrojó el Anillo Único al fuego del Monte del Destino.
Hoy vamos a recorrer, paso a paso, la cronología exacta de ese trayecto, para entender no solo su duración, sino el peso simbólico de cada jornada.
El inicio: la salida de la Comarca
Todo comenzó el 23 de septiembre del año 3018 de la Tercera Edad.
Ese fue el día en que Frodo dejó atrás su hogar en Bolsón Cerrado, acompañado de Sam, Pippin y más tarde Merry.
A simple vista, parecía una excursión inocente, pero bajo la apariencia bucólica de la Comarca se escondía la urgencia de una misión que podría decidir el futuro del mundo.
Desde ese momento, Frodo empezó a cargar con el Anillo Único, una carga que no solo pesaba en su bolsillo, sino en su alma.
De la Comarca a Bree: los primeros pasos del peligro
El trayecto hasta Bree duró cuatro días intensos.
El grupo atravesó bosques, colinas y caminos rurales, siempre bajo la sombra de los Jinetes Negros, espectros al servicio de Sauron.
El 29 de septiembre llegaron a la posada del Poney Pisador, donde conocieron a Trancos, un hombre misterioso que más tarde se revelaría como Aragorn, heredero de Isildur.
Aquí comenzó verdaderamente la aventura heroica, pues Frodo dejó de ser un hobbit inocente para convertirse en el portador del destino.
El largo camino hacia Rivendel
Desde Bree hasta Rivendel, el grupo tardó casi tres semanas.
El 20 de octubre, tras escapar de los Nazgûl y sufrir la herida en el vado del Bruinen, Frodo fue rescatado por los elfos.
Finalmente, el 24 de octubre de 3018, llegó a Rivendel, apenas con vida, donde fue sanado por Elrond.
Habían pasado 31 días desde su partida de la Comarca, y su rostro ya mostraba el desgaste de un viaje que apenas comenzaba.
En ese refugio élfico se formó la Compañía del Anillo, compuesta por nueve miembros destinados a desafiar las fuerzas oscuras del Este.
El inicio de la Compañía: de Rivendel a Moria
La Compañía del Anillo partió de Rivendel el 25 de diciembre de 3018, con el propósito de destruir el Anillo en el corazón de Mordor.
Durante casi un mes atravesaron montañas, ventiscas y peligros naturales, intentando cruzar el paso de Caradhras, pero el clima los obligó a desviarse hacia las Minas de Moria.
El 15 de enero de 3019 entraron en ese laberinto subterráneo, donde los aguardaba la oscuridad y los ecos del pasado.
Allí se enfrentaron a orcos, trolls y, finalmente, al Balrog, un demonio ancestral de fuego y sombra.
Gandalf cayó en el abismo en su lucha contra la criatura, sacrificándose por el grupo.
Frodo, destrozado por la pérdida, entendió que el viaje era más que una misión: era una prueba de resistencia y fe.
El respiro en Lothlórien
Tras salir de Moria el 17 de enero, los ocho supervivientes llegaron a Lothlórien, el bosque dorado gobernado por Galadriel.
Allí permanecieron durante un mes, recuperando fuerzas, curando heridas y meditando sobre su destino.
Frodo recibió el Frasco de Galadriel, una luz pura que más tarde le sería esencial.
Lothlórien fue un respiro en el tiempo, un paréntesis de belleza inmortal antes de que la oscuridad los envolviera de nuevo.
El 16 de febrero de 3019 partieron rumbo al sur, navegando por el Anduin, el gran río de la Tierra Media.
La separación en Amon Hen
El 26 de febrero de 3019, la Compañía del Anillo se disolvió.
Boromir, tentado por el poder del Anillo, trató de arrebatárselo a Frodo.
Aterrorizado y sintiendo el peso de su misión, Frodo decidió continuar solo hacia Mordor.
Sam, fiel hasta el final, insistió en acompañarlo, lanzándose al agua pese a no saber nadar.
Desde ese instante, los dos hobbits emprendieron un viaje sin retorno hacia el corazón del mal.
A partir de ahí, el trayecto se volvió más solitario, más físico, más espiritual.
De Emyn Muil al Pantano de los Muertos
Frodo y Sam vagaron entre las colinas de Emyn Muil, una región rocosa y confusa que les hizo perder días enteros buscando una salida.
Fue allí donde encontraron a Gollum, una criatura corroída por la obsesión del Anillo.
Aunque desconfiaban de él, decidieron aceptar su ayuda.
El trío cruzó los Pantanos de los Muertos, un paisaje fantasmal donde las luces de los caídos titilaban bajo el agua.
Era marzo de 3019, y la oscuridad de Mordor ya se cernía sobre el horizonte.
Cada paso se volvía más lento, cada aliento más pesado, pero la determinación de Frodo no flaqueaba.
La llegada a la Puerta Negra
A mediados de marzo, los tres llegaron a la Puerta Negra de Mordor, el principal acceso al territorio de Sauron.
Sin embargo, Gollum los convenció de buscar un camino alternativo, guiándolos hacia el Paso de Cirith Ungol.
El 20 de marzo se desviaron al sur, hacia un sendero más oculto pero infinitamente más peligroso.
Frodo ya mostraba signos de agotamiento extremo, su mente oprimida por el peso creciente del Anillo.
El encuentro con Faramir y la traición de Gollum
En los bosques de Ithilien, los hobbits fueron capturados por las tropas de Faramir, hermano de Boromir.
Lejos de ser un enemigo, Faramir les ofreció alimento, descanso y protección.
Después de dos días, los dejó continuar su camino hacia el este.
Pero Gollum, resentido y torturado por su doble personalidad, los guió hacia la guarida de Ella-Laraña, la gigantesca araña que habitaba en Cirith Ungol.
Era ya el 12 de marzo de 3019, y el destino de Frodo pendía de un hilo.
El ascenso a Cirith Ungol
Frodo cayó víctima de la mordida de Ella-Laraña, quedando inconsciente.
Sam, creyéndolo muerto, tomó el Anillo Único con la intención de continuar la misión.
Sin embargo, al descubrir que su amo seguía vivo, lo rescató del torreón de los orcos y juntos reanudaron su camino hacia el Monte del Destino.
Los días se desdibujaban en un delirio de cansancio, hambre y desesperanza.
Mordor no era solo un lugar: era la representación física del sufrimiento y la voluntad.
El final del viaje: el Monte del Destino
El 25 de marzo de 3019, tras seis meses de aventura y tormento, Frodo y Sam alcanzaron la Cima del Monte del Destino.
Habían pasado exactamente 185 días desde su salida de Rivendel, y 182 desde la disolución de la Compañía.
En total, el viaje desde la Comarca hasta la destrucción del Anillo duró cerca de seis meses y un par de días.
Pero esa cifra, aunque precisa, no refleja la dimensión emocional de su travesía.
Frodo no solo caminó cientos de millas: cruzó los límites del alma humana, enfrentando la tentación, la culpa y la pérdida.
¿Seis meses o una eternidad?
Si medimos el tiempo en días, Frodo tardó alrededor de los mismos 180 días que un medio año humano.
Pero si lo medimos en experiencias, su viaje fue una eternidad comprimida en el cuerpo de un hobbit.
Cada jornada equivalía a un desafío moral, cada paso a una lección sobre el sacrificio.
El tiempo se distorsiona cuando la carga es tan pesada que el corazón olvida cómo late con normalidad.
Frodo nunca volvió a ser el mismo, y quizá esa fue la verdadera duración de su viaje: una vida entera transformada por un acto de compasión y renuncia.
El regreso a casa: un nuevo comienzo
Aunque el Anillo fue destruido en marzo, Frodo regresó a la Comarca meses después, en el otoño de 3019.
El 6 de octubre celebró su último cumpleaños allí, en silencio, sabiendo que su historia en la Tierra Media estaba por concluir.
Finalmente, partió hacia las Tierras Imperecederas junto a Gandalf, Bilbo y los elfos.
Su viaje físico había terminado, pero su camino interior seguía abierto, rumbo a la paz que nunca halló en su hogar.
Porque, a veces, los viajes más largos no se miden en millas ni en meses, sino en las huellas que dejan en el alma.
El viaje de Frodo a Mordor duró medio año en los calendarios, pero toda una vida en el espíritu.
Y esa es, quizás, la respuesta más honesta: no fue cuestión de tiempo, sino de transformación.
Frodo caminó durante seis meses… pero cambió para siempre.
