Índice:
- El eco del pasado: la sombra de un anillo
- Un cumpleaños en La Comarca
- El anillo que no quiere ser olvidado
- La inquietud de Gandalf
- La decisión de Frodo
- La amenaza invisible
- El encuentro con los aliados
- La magia del inicio
- Un inicio que redefine la fantasía
- Reflexión final: el principio del fin
- Otros artículos sobre el Señor de los Anillos
El comienzo de El Señor de los Anillos es una invitación a un mundo donde la apariencia de calma oculta un destino que cambiará para siempre la historia de la Tierra Media.
Antes de lanzarte a la acción épica, Tolkien te sumerge en un entorno idílico y sereno, casi engañosamente simple, donde cada detalle tiene una razón de ser.
El eco del pasado: la sombra de un anillo
Todo comienza con un recuerdo, un vestigio del pasado narrado en El Hobbit.
El Anillo Único, forjado por el oscuro señor Sauron, desaparece durante siglos hasta caer en manos de Bilbo Bolsón, un hobbit que, sin saberlo, guarda el poder más peligroso del mundo.
El prólogo de la novela, titulado “De los Anillos de Poder y la Tercera Edad”, nos ofrece una lección de historia mágica, un repaso de la caída de Sauron y del destino de los Anillos de Poder.
Este prólogo es esencial porque marca el tono del relato: no estamos ante un simple cuento de aventuras, sino ante una crónica de civilizaciones antiguas, de guerras, traiciones y esperanza.
Un cumpleaños en La Comarca
El verdadero inicio de la historia acontece en La Comarca, una región bucólica habitada por hobbits, seres pequeños, amantes de la tranquilidad y la buena comida.
Aquí, Tolkien nos introduce a Bilbo, quien celebra su 111º cumpleaños, una cifra que en sí misma ya es una rareza.
Su sobrino, Frodo Bolsón, juega un papel secundario al principio, pero pronto se convertirá en el eje de todo el relato.
La descripción de La Comarca es una de las piezas más encantadoras de la literatura fantástica: verdes colinas, ríos cristalinos y una sociedad de hábitos sencillos que parece ajena al peligro.
Sin embargo, bajo esa paz rural se oculta un misterio que pronto saldrá a la luz.
El anillo que no quiere ser olvidado
Durante la fiesta de cumpleaños, Bilbo, cansado de la vida en comunidad y del peso de los años, anuncia su deseo de abandonar La Comarca.
Frente a todos sus invitados, realiza un acto insólito: desaparece ante los ojos de todos usando el Anillo Único.
Este gesto, tan mágico como inquietante, deja a los asistentes perplejos y marca el inicio de una nueva era.
Cuando Bilbo se prepara para marcharse, aparece Gandalf el Gris, el sabio mago que sospecha que el anillo que Bilbo posee no es un simple juguete.
Gandalf presiente un mal antiguo latente en ese objeto y aconseja a Bilbo dejarlo atrás.
Pero el Anillo tiene voluntad propia, y la resistencia de Bilbo a desprenderse de él revela su poder corruptor.
Finalmente, el hobbit lo deja en manos de Frodo, sin saber que ese acto aparentemente simple desencadenará una epopeya.
La inquietud de Gandalf
Tras la partida de Bilbo, Gandalf comienza a investigar el origen del Anillo.
Sus dudas lo llevan a un descubrimiento aterrador: el anillo que poseía Bilbo es, en realidad, el Anillo Único de Sauron, perdido durante siglos.
El mago, siempre prudente, regresa a La Comarca con el corazón cargado de preocupación.
Su conversación con Frodo es uno de los momentos más densos del inicio de la novela, porque allí se revela la magnitud del peligro.
Frodo comprende que su herencia no es una fortuna, sino una maldición disfrazada de tesoro.
Gandalf le explica que el Anillo busca volver a su amo, y que los servidores de Sauron ya se mueven por la Tierra Media.
A partir de ese instante, la inocencia de La Comarca comienza a resquebrajarse, y el relato abandona la ligereza inicial para adentrarse en la oscuridad.
La decisión de Frodo
El joven hobbit, lejos de huir del destino, acepta la carga de llevar el Anillo lejos de su hogar.
No lo hace por ambición ni por heroísmo, sino por compasión y deber, valores profundamente humanos que definen el espíritu de la obra.
Con la ayuda de sus amigos Sam, Merry y Pippin, emprende un viaje que comienza en lo cotidiano y termina en lo legendario.
Ese tránsito entre lo simple y lo sublime es uno de los grandes logros de Tolkien: convertir un paseo por el campo en el inicio de una epopeya inmortal.
Cada paso fuera de La Comarca simboliza un paso hacia la pérdida de la inocencia y el enfrentamiento con un mundo más vasto y peligroso.
La amenaza invisible
El inicio del viaje está lleno de sombras que acechan sin mostrarse del todo.
Los Jinetes Negros, espectros al servicio de Sauron, buscan el Anillo con un sigilo que hiela la sangre.
Esa sensación de amenaza constante dota al comienzo de la historia de un suspenso casi psicológico, muy distinto al tono aventurero de otros relatos fantásticos.
El contraste entre la luz de La Comarca y la oscuridad de los perseguidores crea una atmósfera de tensión que atrapa al lector desde el principio.
La obra no empieza con batallas, sino con una huida silenciosa, con un miedo que crece en cada página.
El encuentro con los aliados
A medida que Frodo y sus amigos avanzan, aparecen nuevos personajes que amplían el horizonte del relato.
Uno de los más enigmáticos es Trancos, un hombre misterioso que luego se revelará como Aragorn, heredero de los reyes de Gondor.
Su aparición marca un cambio de ritmo: el relato pasa de lo íntimo a lo épico, de la aldea al mundo.
El grupo deja de ser un conjunto de hobbits asustados para convertirse en el embrión de una compañía que decidirá el destino del mundo.
El tono pastoral del comienzo se diluye poco a poco en una aura de grandeza y peligro, donde la aventura deja de ser un juego para transformarse en un sacrificio.
La magia del inicio
Lo más fascinante del inicio de El Señor de los Anillos es que nada ocurre por azar.
Cada conversación, cada nombre, cada pequeño gesto está tejido con precisión para construir un mundo rico y coherente.
Tolkien no presenta a sus personajes como héroes de leyenda, sino como seres vulnerables y reales, con miedos, dudas y deseos comunes.
Esa naturalidad hace que el lector se identifique con ellos y sienta el peso de cada decisión.
Cuando Frodo cruza por fin los límites de La Comarca, sentimos que algo irrecuperable se ha perdido.
La comodidad, la rutina, el hogar: todo queda atrás.
Comienza el viaje hacia lo desconocido, el camino donde se forjarán amistades, se probará el valor y se revelará el verdadero poder del Anillo.
Un inicio que redefine la fantasía
El inicio de El Señor de los Anillos no es un simple prólogo narrativo: es una lección de construcción literaria.
Tolkien logra que un relato sobre el mal absoluto nazca en el rincón más apacible del mundo.
Su genialidad radica en empezar con lo pequeño para alcanzar lo infinito, en hacer que el destino del universo dependa de un hobbit que nunca buscó ser héroe.
Esa paradoja —la grandeza surgida de la humildad— es lo que hace del comienzo de la saga una de las introducciones más memorables de la literatura universal.
Cada lector que abre el libro revive ese instante en el que la calma se rompe, en el que la vida cotidiana se transforma en leyenda.
Reflexión final: el principio del fin
Cuando te preguntas cómo empieza El Señor de los Anillos, en realidad estás preguntando cómo empieza una transformación.
Empieza con un cumpleaños, un anillo, un secreto.
Pero, sobre todo, empieza con una decisión humana ante lo inevitable.
Ese inicio, lleno de ternura y amenaza, nos recuerda que toda gran historia surge del momento en que alguien se atreve a decir “sí” al peligro, “sí” al cambio, “sí” al destino.
Y así, en el silencio de La Comarca, bajo el brillo engañosamente inocente del Anillo, comienza la más grande de las aventuras jamás contadas.
